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Mirando Arriba

Basada en hechos que podrían ser reales[1]


En las esquinas y bordes será

Quería y construía cada ciudad

Y cada nube será cuadrada

Y el cielo oscuro tendrá la ansiedad del abismo

[…]

No importa, este es un juego que juegan los dioses.

Y se divierten, y se ríen en el fondo

 

Nord. Paolo Conte





¿Han visto gente caminando por la calle y mirando hacia arriba?, no siempre al cielo, más bien a lo que sucede por sobre la planta baja. En ese caso han descubierto un arquitecto, los otros, de hábitos similares, son los turistas. Pero éstos se diferencian por su vestimenta y su inocencia. Además, los arquitectos miran como si estuvieran buscando el santo grial.



 

Los arquitectos también compartimos lo de mirar hacia arriba con astrónomos y astrólogos (junto a otras manías, como vivir en las nubes). La diferencia radica en que, mientras estos parientes ocasionales tienen su objetivo puesto en la profundidad de ese telón de fondo, en sus estrellas y misterios, nosotros nos mantenemos en los bordes, en lo que sucede antes. Es más, en lo que delimita ese telón infinito.

 

Quizá sea porque frente al infinito y a lo sublime los arquitectos nos sentimos un poco incómodos. ¿Será que nos asusta el mundo de lo inabarcable porque no podemos darle forma?, ¿O tal vez porque aceptemos de manera sumisa que este campo es de los astrónomos, o de los artistas como Friedrich que se regodean de sus expertise?


 Así definida, nuestra mirada es superficial, su objetivo no radica en el cosmos. Sin embargo, al menos en apariencia, el hecho de mirar hacia arriba nos pondría en el grupo de los buenos de la película No Miren Arriba, junto a la parte de población que no acepta un relato maquillado, como el nuestro, sobre las plantas bajas.



Tal vez provenga de aquella angustia frente a lo sublime que los arquitectos nos dedicamos a cortar el cielo de muchas formas, a veces en silencio, otras no tanto, pero cortarlo al fin, como si necesitáramos fraccionarlo para amigarnos con él.


Delimitando ese fondo nos convertimos, al menos desde esta perspectiva infinita, en humildes constructores de marcos… grandes, pero marcos al fin.

 

Y aunque esto de construir marcos parezca un acto menor, a fin de cuentas, nos permite interferir en la forma al cielo, al menos para aquellos que decidan mirar hacia arriba.


A veces exageramos haciéndolo, y en un arrebato divino intentamos crear cielos, como Bucky Fuller sobre Manhattan, o más cerca, nuestro colega de Truman Show, que construyendo el cielo de su mundo irritó las iras del dios de la realidad, y una simple embarcación terminó por avergonzarlo.

 

Pero volviendo a los marcos, un personaje sobresaliente en este metier es James Turrell. Su sensibilidad y pericia técnica nos lleva a percibir un cielo inmediato, sobre el mismo plano recortado, como una pantalla plana que varía según las horas del día.


Debemos aceptar que ese cielo se acerca tanto a nosotros, que su componente infinita desaparece, junto a sus los últimos restos sublimes, como si la desaparición del espesor de esos recortes nos recordara que, para percibir el cielo en su profundidad, necesitamos construir profundidad, también en el primer plano. Y de esto, quien sabía mucho era Andrea Mantegna.



Mantegna fue un verdadero maestro en esto de mirar arriba, del sotto in sù como se conocía este modo de pintar una tercera dimensión ilusoria mediante la técnica del tromp-l’oeil, en la que cúpulas inexistentes cobraban espesor, y hasta dejaban “aparecer” un cielo bordado de putti y figuras como en la Camera degli Sposi del Palacio Ducal.


Para su casa en Mantova, construida apenas terminada la Camera de los Gonzaga, el sotto in sù prescinde de la ilusión pictórica para usar sólo recursos arquitectónicos. El patio central circular en sus dos primeras plantas, se convierte en cuadrado en la tercera, justo en la que recorta el cielo.


Quizá deberíamos aceptar que Mantegna, también usó el ilusionismo de sus tromp-l’oeil para construir esta paradoja de un cielo cuadrado sobre un patio circular, una especie de “transmigración” de experiencias, muy frecuente en aquellos tiempos, y muy profetizada durante la modernidad.















Por su parte, Borges decía que el cielo encauzado se derrama en la casa para dar forma al patio[2]. Aunque tácita en el poema, es la arquitectura quien cumple ese rol de direccionar y contener aquel cielo líquido, dador de formas.


En el Cementerio de Igualada, Miralles parece tender una mano al cielo para que su descenso sea amplificado y festejado. No es necesario pararse debajo y mirar hacia arriba, la arquitectura va adelantando el suceso, como si de una tranquera abierta se tratara.


Estos supuestos parasoles que parecen estar al borde del desbarranco, tienen poco de parasoles. No nos defienden del sol, más bien parecen celebrar el sol como esas figuras de papel recortado jugando delante de la luz de una vela. Quizá Borges imaginó algo así cuando hablaba de su cielo encauzado.



Hay contradicciones también en nuestro mirar hacia arriba cuando trabajamos. En realidad cuando los arquitectos delimitamos la forma del cielo, lo hacemos de espaldas, como quien conoce bien su oficio y no necesita confiarse de herramientas para diletantes. Por esto, el cielo que resulta al mirar hacia arriba, en realidad fue engendrado en la más radical acción del mirar hacia abajo: en el dibujo de la planta.


Los dos patios de la casa Milá se originaron de una planta que parece haber acomodado a presión unos cuantos gusanos. Que Gaudí haya podido sacar semejantes caleidoscopios (llamados patios por convención), es sólo parte de su maestría.


Y debo decir, que mientras más miro los cortes de la Pedrera, no dejo de pensar cuánto me engañaron la escuela y mis lecturas con aquel repetido cliché que decía: “la planta define el uso y el corte, el espacio”


Ricardo Sargiotti






[1] Sobre el título de la película Don’t Look Up (No miren arriba) de Adam McKay, y el subtítulo Based in Truly Possible Events (Basada en hechos que podrían ser reales)


[2] Con la tarde / se cansaron los dos o tres colores del patio. / Esta noche, la luna, el claro círculo, / no domina su espacio. / Patio, cielo encauzado. / El patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa. / Serena, / la eternidad espera en la encrucijada de estrellas. / Grato es vivir en la amistad oscura / de un zaguán, de una parra y de un aljibe. Jorge Luis Borges. Un Patio

 





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