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Algunos fragmentos sueltos sobre Reuso y Resiliencia en la Arquitectura actual





El edificio más sostenible es el que ya está construido[1] o la casa más ecológica es la que no se construye[2] quizá sean de las frases que mejor resumen un cierto estado cada vez más extendido entre los arquitectos. Si bien, pueda sonar contradictoria con la idea moderna de la tabula rasa, la demolición total y la construcción de cero, tan asociada con esta disciplina, debemos aceptar que el contexto cambió muy rápido en los últimos años: La urgencia ambiental y ecológica, la necesidad de racionalizar, y no eliminar el acervo construido, una pandemia que cambió viejos hábitos en solo un año, y el aumento sideral de propiedades vacías, en especial, en los centros urbanos, parecen haber comprometido a algunos más que a aquellos arquitectos o ambientalistas preocupados por la huella de carbono.


Esta mirada propicia un pensamiento más responsable en cuanto a nuestras decisiones sobre el destino de lo construido. Aquello que hasta hace poco parecía exclusividad de los defensores del patrimonio, en la actualidad, y por otros motivos, no puede escapar de la agenda más amplia de la arquitectura y la construcción.


¿Por qué este amor repentino al “construir sobre lo construido”, a reutilizar y pensar en un diseño resiliente? Que se adapte a nuevos usos, cuando su origen es casi tan antiguo como la arquitectura misma. Muchas de las venerables iglesias europeas están construidas sobre templos anteriores que, a su vez, se fundaron sobre capillas aun menores. Y qué decir de la actualidad, ya no nos sorprende ver un supermercado o una disco en alguna iglesia vacía, o centros culturales u hoteles en fábricas abandonadas. Las adaptaciones estructurales y de progreso del pasado parecen haber dado lugar a los cambios funcionales contemporáneos con igual optimismo.


Con el aumento de edificios e infraestructura a conservar, como fruto de una concepción más amplia del patrimonio y de los valores de las localizaciones de esas propiedades, según Fernando Diez[3], comenzó a hacerse evidente que debía encontrarse un compromiso entre su rescate y un aprovechamiento que los hiciera económicamente viables [que] sumó una percepción proveniente de la ecología, que se interesa del aprovechamiento de las viejas estructuras en cuanto eso significa reutilizar sus materiales así como su energía gris, o sea, aquella consumida en su construcción original.



Una mirada darwiniana


Dos de los términos más repetidos cuando se habla del tema en cuestión provienen de la biología, y ambos remiten casi directamente a la teoría de la evolución de Darwin: Resiliencia y Coadaptación. Ambos son instrumentos para la supervivencia y la reproducción de las especies. La resiliencia define la capacidad de adaptarse a una situación adversa y cambiante, la coadaptación, a las adaptaciones entre un ser orgánico y otro, como entre una abeja y una flor, y la flor con la abeja. Estas complejas reacciones biológicas representan lo que se pide hoy, más que nunca antes, a la arquitectura, y cuando la arquitectura, como artefacto físico y rígido, no puede hacerlo por sí misma, se espera de los arquitectos trabajen sobre la transformación, tan poco dolorosa como bella y eficiente pueda ser.


Es bueno recordar que la idea de la flexibilidad acuñada y defendida por la modernidad, demostró poca eficacia de adaptación en relación a edificios de noble construcción, sean patricios o industriales. Cada día estoy más convencido de lo que decía Steward Brand: La forma no sigue la función, la congela[4]



Ricardo Sargiotti

[1] Carl Elefante. carlelefante.com (2022) [2] Ricardo Sargiotti, IG (2019) [3] Fernando Diez, Summa+ 160 (2017) [4] Stewart Brand. How buildings learn (1994)

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