Perspectivas y croquis realizados entre 1989 y 1995 en el estudio de Oswald Mathias Ungers, Francfort, Alemania. (Ricardo Sargiotti)
La tercera dimensión, el volumen de la silla, del cuerpo, del árbol es, al menos en lo que concierne a nuestros sentidos, la prueba misma de nuestra existencia. Constituye la diferencia entre la palabra y el mundo. (John Berger, Dibujo del Natural)
Resulta mágica la acción resultante de una combinación de líneas para que aparezca la tercera dimensión sobre el papel, es una sensación inigualable, sólo comparable con la maravilla de la construcción física, la materialización en el espacio de una presunción. Según Berger, la diferencia entre la palabra y el mundo. Por esto, prefiero dejar de lado la discusión semántica entre dibujo y construcción. Creo que hay dibujos que llevan la construcción implícita, superan la representación. En arquitectura, serian una especia de pre-construcción, por eso, esta entrada está en “obras”.
La tercera dimensión en el dibujo implica una particularidad que la aleja de las representaciones convencionales según Monge (bidimensional y de extrema abstracción) y la acerca a la construcción. En tercera dimensión resulta imposible obviar las cuestiones constructivas o espaciales. Todo encuentro debe ser resuelto, cada particularidad entre planos debe tomar un camino, es imposible simular cosas no resueltas, es un instrumento de sinceridad.
El acto físico del dibujar a mano tiene también un paralelo con la construcción. No hay posible corrección de Photoshop (bidimensional), las decisiones van junto al dibujo: la presión del portaminas 0.3 o la precisión del rotring 0.18 sobre el papel vegetal, el acercamiento y la vista, el pulso y el arqueo de la columna o la insoportable transpiración de las manos denotan una resistencia física que la digitalización desconoce, tienen mucho que ver con la incumbencias y el compromiso de quien construye… en la obra.
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Cuando comencé a trabajar en el estudio de Ungers en agosto o septiembre de 1989, invitado por Walter Noebel, lo hice desde el más bajo escalón jerárquico existente. A pesar de estar ya recibido, mi hándicap con los idiomas y falta de afinidad con “lo que se hacía” me ponían en un lugar muy incómodo, veía todo de lejos y no entendía mucho. Recuerdo que había gente de un estudio asociado finlandés para desarrollar un concurso de aeropuerto (cuyas perspectiva hice de nuevo un tiempo después para enviar a Casabella). Creo que mi primer trabajo fue dibujar las fachadas de dos rascacielos para Francfort, con una imagen icónica y repetitiva, un dibujo mecánico y muy aburrido. Por suerte, usando la misma base, dibuje (a mi propio riesgo) la perspectiva de los mismos, era solo la extrusión de las fachadas. Cuando Walter la vio, se la envió por fax a Ungers y termino siendo la pieza de critica para el futuro proyecto. Esa “hazaña” derivó en que dibujara las perspectivas para la segunda ronda del concurso de Piazza Matteotti en Siena, pero sobre todo, me dio la gran chance de acercarme a las decisiones, y que mi tablero se convirtiera en la sede de Ungers para hablar y revisar los proyectos, que croquizara sobre mis dibujos y soportara mi pésimo ingles.
Ricardo Sargiotti / Agosto 2015