Casa Merlini, Carlos Paz, Cba. 2009/2011 (Ricardo Sargiotti con x-arquitectos, José Santillán. Colab.: María Rovea, Bruno Rovea, Romina Trípoli Horacio Calsina, Eloisa Minoldo, Federico Wenk. Cálculo estructural: Germán Sarboraria)
Paradójicamente la construcción de tinglados en Argentina es tan familiar a la ciudad como al campo. Su facilidad de ejecución y la práctica adquirida por los constructores de estas estructuras, los han repartido por todo el país y sus climas, con cubiertas parabólicas o a dos aguas que tienen la eficiencia de devolver toda su masa en espacio interior. Paradójicamente también, la forma de cabaña a dos aguas, con cubiertas de inclinación pronunciada, es tan asociada a la ‘casa de montaña’ como a los horizontes de la pampa en las construcciones pragmáticas de silos, depósitos o graneros. Pampa de la que provienen los futuros habitantes de esta casa ‘de montaña’ en Carlos Paz. Desde un paisaje cuyo mayor valor es la inmensidad de planicie y cuya presencia construida más habitual es la de los graneros o silos de ‘chapa de zinc’.
De este modo, la casa propuesta, abusa de tales paradojas para plantearse como puente de referencias equívocas. Intenta usar lo mejor de la tradición de los galpones/graneros en cuanto al aprovechamiento integral de cada metro cúbico de la construcción, a la vez que ser resuelta toda con un mismo material y en tiempos acotados. Buscando, de alguna forma, emparentar esos dos paisajes construidos en una misma acción.
Con un programa que debía contener una pareja y la visita esporádica de 4 parejas de hijos y sus nietos, requería de una cierta flexibilidad su modo de ser usada. Debía extenderse y contraerse de acuerdo a las circunstancias, y necesitaba, considerando la edad y la salud de sus propietarios, que pudieran hacer uso de toda la casa sin escaleras (nada fácil, considerando que el terreno tenía un importante desnivel original).
El terreno a disposición, ubicado en un barrio de chalets algo pretenciosos y topografía accidentada, es de forma rectangular irregular con la mayor apertura visual por lejanía y por topografía hacia el lateral Norte. En el sentido longitudinal, el desnivel del mismo es de nueve metros desde la calle hacia el fondo. Para poder “apoyar” la construcción metálica, se decidió ajustar el terreno a un horizonte al nivel de la vereda mediante la construcción de una losa única que comienza siendo platea de fundación y termina como losa en voladizo sobre un espacio para cocheras. Hacia el fondo, este modelado del terreno se completa con una piscina en voladizo.
Sobre esta losa se desarrolla la casa propiamente dicha. El galpón (al decir de sus vecinos) es una estructura metálica única cuya cumbrera longitudinal se quiebra para seguir la tangente del terreno natural en la altura indicada por normativa. Dicho quiebre más la anexión de un volumen en voladizo (mirador/estar/comedor, etc) y un pequeño chanfle sobre el ingreso hacen percibir la totalidad del cuerpo construido como una masa homogénea (por su materialidad) pero de forma irregular y compleja, salvo hacia el fondo donde se presenta con el tímpano literal de la casa de montaña (o de silo) El mismo volumen aloja en la parte posterior un quincho de cerramiento en chapa sinusoidal de policarbonato que puede ser abierto totalmente.
(más imágenes del proyecto: https://es.pinterest.com/rsargiotti/13_casa-me/)
Nota 1 (casa o terreno)
Mis tíos (oriundos de Castelar, una pequeña colonia de la provincia de Santa Fe, cuyos mayores accidentes topográficos pasan por los hormigueros) intentaban comprar una casa de vaciones en Carlos Paz, su meca veraniega desde hacía unos años. Sabiendo de esto, me ofrecí asesorarlos desinteresadamente, y los acompañé a ver propiedades que algunas inmobiliarias les ofrecían. El panorama era desolador, las casas que visitamos parecían de la periferia de cualquier ciudad grande, construcciones pésimas y, sobre todo, ninguna particulariad que indicara una atmósfera de vacaciones, de cambio de rutinas. Además, los valores por metro cuadrado rondaban los de una construcción nueva con su terreno. Fue así que se me ocurrió empezar a mirar terrenos. Terrenos ya con la intención de un cambio radical del hábitat del que ellos venían: topografía accidentada, vistas largas y, si era posible, precio conveniente. En una de esas giras, pasamos frente al terreno elegido, tenía un cartel “dueño vende”. De ahí en más, los acompañé hasta que se cerró el trato.
Nota 2 (tomar riesgos)
Cuando presenté el anteproyecto (en el que había estado trabajando unos dos meses luego de la compra del terreno) la familia en pleno, entiéndase, mis tíos, sus cuatro hijas, hijos políticos, nietos, etc. fue en casa de la hija mayor en la ciudad de Santa Fe. Mis tíos bordean los setenta años, sus hijas van de los veinte a los cuarenta. Recuerdo haberles mostrado renders y plantas en una lap-top. En general, el proyecto sonó convincente, el problema fue la construcción propuesta, en especial la chapa acanalada de terminación. Las hijas y afines fueron las primeras en observar la precariedad que suponía su uso y terminación, en pocas palabras, son las que más temían al ‘que-dirán’ y al riesgo de la inversión. En ese momento, y con todo el entusiasmo que me suponía poder llevar adelante el proyecto, dije que la podíamos hacerla en ladrillo, hasta me empecé a imaginar una cáscara continua en ese material. De esa manera terminó la reunión, yo pensé que la decisión había sido tomada: agregar un baño por aquí… y construir en mampostería. Al día siguiente, al despedirme para volver a Córdoba, Luis (mi tío) me dice: “no, dale nomás con la construcción metálica, me gusta el desafío, si vos decís que será más rápido y económico, dale nomás”.
Fue la mejor demostración que los espíritos emprendedores no tienen edad.
Nota 3 (Jorge, el capataz)
Todo ok. Cómo la hacemos? Desde el principo estuve tan entusiasado (y creía, sin equivocarme que el tipo de construcción propuesta era demasiado particular) que sostuve que llevaría adelante la obra. No recuerdo exactamente de dónde apareció el capatáz, era de Carlos Paz, con 23 años y una envidiable tranquilidad. En mi primera entrevista me dijo a todo que sí, después me enteré que era la primera vez que hacía hormigón visto (u hormigón?) y no había entendido del todo los planos. Trabajaba con amigos o familiares bajo sus órdenes, ninguno superaba su edad ni su experiencia. Esto implicó un seguimiento diario y una toma de decisiones permanente, los planos detallados me servían (a mí) para poder indicar las tareas (a él). Hasta dónde romper la piedra del suelo con los martillos neumáticos dependía de la ecuación entre aprovechamiento de espacio y costo de su alquiler. Los puntales y las tablas para el hormigón debían ser comprados y cepillados. Los primeros hormigones desencofrados tenían el aspecto de los que vi en La Tourette: desencantaban a cualquier obsesivo de la perfección. Los últimos (a mi pesar) parecían de una obra de Tadao Ando. Este querido capatáz, Jorge, me enseñó muchísimo, como casi toda la gente de obra con la que tuve que trabajar. Me recordó cuán lejos estaba el autocad de la realidad, y cuán cerca está la arquitectura de su ejecución.
Nota 4 (los vecinos)
Cuando la obra superó el nivel de suelo se sumaron los herreros para darle forma al esqueleto de la casa superior. Desde ese momento se empezó a sentir una cierta hostilidad de parte de los vecinos: el temor de que una nueva casa arriuinara el paisaje complaciente que disfrutaban evidentemente los sacaba de su tranquilidad hecha de casas seudo mejicanas y palmeras. Las primeras acciones pasaron por la indiferencia a los futuros vecinos, y se extendió, por lo que luego supimos, a reuniones y junta de firmas para detener esa construcción que “parece un boliche y nos devaluará la calidad del barrio”. Una mañana, al llegar, encuentro el cartel de obra con varios grafitis de desahogo popular y expresiones poco sutiles sobre mi madre, parece que algunos estaban algo perturbados.
Para sorpresa de los vecinos disconformes, ya terminada la casa, y seguramente por publicaciones y algunos premios, comenzaron a peregrinar fotógrafos y curiosos arquitectos a los que mis tíos recibían con gran orgullo. Me hicieron algunas notas filmadas de Clarín y otros medios y, durante el primer America(no) del Sud del 2013, usamos la casa para la reunión… Parecía un boliche.
Ricardo Sargiotti. 1.2.2016
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