El origen de este texto son los apuntes para una conferencia en el marco del foro internacional del mismo nombre organizado por la UBP en 2006. > Sea por su origen, como “ayuda memoria” o por fallas en la concepción de su versión original, el texto aparecía confuso y con un carácter excesivamente doctrinario. > Decidí entonces, mantener su estructura, hecha a partir de tres hipótesis y ejemplos parciales y, en lo posible, su posición critica con respecto al tema en cuestion: el crecimiento en la ciudad sudamericana.
Esta presentación intenta discurrir sobre el tema de la convocatoria, ciudad y densidad, desde un punto de vista que privilegia lo formal y expresivo sabiéndolos terrenos de conocimiento y acción particularmente arquitectónicos, mientras soslaya intencionalmente aproximaciones de tipo social, político o económico.
Primera Hipótesis
Una solución para enfrentar cabalmente el crecimiento de la ciudad sudamericana pasa por asumir su realidad y “matar a su padre”. Nuestras ciudades parecen no haber resuelto todavía la dualidad fundacional entre el territorio americano y su imposición eurocéntrica. Desde aquellos que la concibieron a quienes deciden hoy sus lógicas formales de crecimiento [1], aunque por distintos motivos, utilizan la ciudad europea –o su imagen idealizada- como referente y modelo, al mismo tiempo que demuestran un desconocimiento de las particularidades de nuestro territorio e idiocincracia. > Reconocer en Europa la madre de la civilización y la cultura occidental, de la cual la ciudad es un fruto privilegiado: ¿implica la aplicación indiscriminada de parámetros (supuestamente) europeos en las legislaciones y códigos urbanos que dan forma a nuestras ciudades?, ¿o será que quienes determinan la forma urbana, desde la crítica o la legislación, no han superado la colonización de los orígenes, ni aquella de las publicaciones posmodernas tan comunes hasta los años ’80?. Sea cual fuera la excusa para eludir un planteo propio y pertinente, entiendo que en las raíces de la confusión, existe un desconcierto en la figuración de ambas realidades: americana y europea, desconcierto que se transforma en ambigüedad llegado el momento de actuar. > El valor asociado a la certeza en la figuración, como concecuencia de la aceptación y la sensibilidad al medio referido, ha sido demostrado de manera acertada por la literatura, la música y, en algunos casos la pintura. Artes que parecen haber desentrañado aquella confusión persistente en los modelos seguidos por los arquitectos.
Tomemos el caso de la inmensidad del territorio, la pampa. Si aceptamos que la observación y la comprensión anteceden a la representación, la literatura ha sido capaz de transmitir y representar aquella inmensidad, y lo hizo poniendo a la pampa como escenario de un drama, como escollo a ser vencido para lograr la cultura y la gobernabilidad: … la soledad convierte al individuo en el centro de esa circunferencia infinita que es la llanura y en la llave de esa bóveda absurda que es el cielo… en palabras de Martínez Estrada [2].
En el caso de la pintura, el horizonte, la vista frontal, existencial, a diferencia de la abstracción del plano, es la que mejor transmite la impotencia del hombre frente a esa nueva realidad , y lo hace con el mismo pesimismo que la literatura. Tiene frente a sí un drama. Lejos de la experiencia sublime del hombre frente a la inmensidad en las pinturas de Friedrich o de Turner.
caballo muerto / Enrique Policastro – caminante sobre las nubes / Caspar David Friedrich
En ambos pinturas somos observadores privilegiados por el punto de vista, el cielo ocupa la mitad superior de la pintura y se corta de manera muy diversa contra el horizonte. Uno muestra desazón, abandono y tristeza, el otro las características de lo sublime, aquello que no se puede abarcar. En uno, la presencia es la del caballo muerto, en el otro la del hombre, la cultura, dueño del paisaje. > Ese hombre frente al paisaje en Friedrich, habita ciudades como Paris, Viena o Karlsruhe. El orden y la densidad son su hábitat natural. Lo sublime de la inmensidad es para él, esporádica, casi como la experiencia sagrada de un instante. El gaucho o el inmigrante puesto frente a la inmensidad americana, no descansa su mirada para evocar pensamientos trascendentales, lo hace con temor frente al laberinto del desierto borgeano. Sin salida y… sin sentido. Es su cárcel, llena de promesas, pero su cárcel. Detrás de ello, tiene el caserío, el rancho, lo inhóspito.
Volviendo a la ciudad, si dejamos de lado las cuestiones que hacen a su trazado fundacional (tema ya trillado por los historiadores), para concentramos en la supuesta responsabilidad de dichos malentendidos sobre la actual planificación, notaremos que las ordenanzas que rigen nuestras ciudades podrían adjudicar su anacronismo a confusiones de reresentación similares: la transposición de cánones estéticos enraizados en la ciudad europea del S.XVIII: la cornisa continua y el tejido forzosamente homogéneo, tan admirado en aquellas, aparecen como las condiciones para un paisaje urbano aceptable. > Pareciera que para quienes opinan y legislan sobre este paisaje urbano, no existiera una variable que contemple lo inacabado, la heterogeneidad o la constante construcción, tan típico de nuestras ciudades, y que sí tienen un correlato literario e imaginario. Pero no en los bulevares parisinos o en Baudelaire, más bien en las pinturas de Cuquejo o en los cuentos de Arlt. Aquella constante veneración a madres patrias varias, me recuerda la cita en que Simón Bolivar les pedía a los europeos, ante una agobiante deuda a los inleses: Por favor, dejennos tener nuestro propio medioevo.
La realidad en los suburbios no es distinta, con la diferencia quizá, que allí queremos ser norteamericanos, las legislaciones continúan conservándose a la usanza de la cudad jardín y el chalet californiano, sin comprender que ese pasado suburbio es ya parte de la ciudad y, como tal, su densidad debe ser admitida y promovida, aceptando la natural mutación que produce el crecimiento.
Segunda Hipótesis
Las propuestas urbanas que consideran la inmensidad sudamericana son las del modernismo y, paradójicamente, se remiten a un orden renacentista. > Algunas propuestas urbanas radicales del modernismo sudamericano (Costa, Niemeyer en Brasil y Williams en Argentina), deben su matriz a la visita de Le Corbusier en 1929. Y, al igual que en el caso de LC, tienen como característica el uso de la geometría reguladora en busca de un orden, la visión espacial conciente del paisaje sudamericano y la escala como instrumento específico. > Dicho orden geométrico es una expresión contemporánea de la ciudad ideal renacentista. Si bien el límite hubiera sido políticamente incorrecto de ser planteado, las propuestas a las que me refiero, lo establecen usando un código formal-geométrico (supuestamente) abierto.
En los ensayos de LC, se puede encontrar una característica interesante en cuanto a su postura formal. Todas podrían ser leídas desde la interpretación del horizonte (visión paisajística) aunque él las hubiera realizado desde un aeroplano. Las propuestas para Río de Janeiro, Sao Paulo y Montevideo, tienden a marcar un horizonte artificial frente a la topografía accidentada, mientras que para B.A. propone un nuevo skyline sobre el horizonte anodino entre pampa y río. > Costa, en Brasilia, alude al trazo primitivo fundacional como principio de ordenamiento. La cruz, que podría ser entendida como punto de inicio, significa para Costa, la grilla gigante que servirá a demarcar la cívitas. Haciendo que todo aquello que se haga más allá de la misma, nacerá ya como un parásito: no-ciudad
En las dos propuestas, viviendas en el espacio, 1942 y la ciudad que necesita la humanidad, 1974, Williams da un paso más allá de sus antecesoras corbusieranas. Más consiente de la situación de las dos llanuras, pampa y río, emplea argumentos formales similares aunque sostiene sus proyectos desde una propuesta de vida. Racional uso del suelo, calidad de vida en cuanto próxima a la naturaleza, empleo de la técnica en su máxima expresión y, en lo que nos toca particularmente, se plantea el tema de la densidad óptima. Si bien todo esto no lo aleja de la utopía del límite: Excedido el número sólo queda la ampliación que, aunque sistemática y modular, produciría la dispersión incontrolable.
Tercera hipótesis:
El sprawl [3] es una condición irreversible de la ciudad en cuanto organismo en permanente crecimiento. Su principal problema radica en el diseño. > Con todas las implicancias sociales, políticas y económicas del sprawl, puede resultar superficial una crítica formal o tipológica. Sin embargo, entiendo que son tantos los lugares comunes ya utilizados para denostar las urbanizaciones cerradas de periferia (en su mayoría políticamente correctos) que corremos el riesgo de ignorar algunos cometidos inherentes al arquitecto, de la misma forma en que por snobismo intelectual, preferimos desatender temas como el shopping center. Hecho que se manifiesta en la actual construcción de la ciudad, controlada por desarrollistas en connivencia con el estado.
Entonces, el punto más difícil, y de eso trata esta hipótesis, es desmitificar lo implícitamente demoníaco del tema, para poder opinar desde el saber hacer propio de la profesión y de ese modo llevar la discusión al punto en que pueda ser analizado sin excesivos tabúes ideológicos.
El uso de geometrías “orgánicas” en los barrios de desarrollo privado tiene su origen en los modelos de las ciudades jardín de Ebenezer Howard (dudosamente interpretados) y la cultura paisajista inglesa (ajena a la concepción urbana latina) y, por último, las urbanizaciones norteamericanas a partir de idea de shopping mall de Victor Gruen. > Esta prefiguración consiste en que, culturalmente, se asocie dicha geometría ameboide al idilio de la vida en la naturaleza en oposición a la trama ortogonal, asumida como urbana tout court.
Cuando esta postura (naturalmente aceptada en la cultura anglosajona) es implantada en la latina, en este caso, la sudamericana, los valores se convierten en clichés. Y, como sabemos, el clihé es el mejor instrumento para la especulación y el marketing inmobiliario, es encontrar la gallina de los huevos de oro.
Si observamos la geometría de los barrios jardín originales de la extensión urbana, notaremos algunos elementos comunes: las calles arboladas continúan el trazado y la geometría del centro urbano, los retiros verdes y quizá exigencias de retiros en medianeras junto a una altura acotada en las construcciones, que los diferencian del resto del tejido compacto. Tomemos por ejemplo el barrio Parque Vélez Sarsfield en Córdoba: ese tejido, que una vez fue de borde (sprawl, para la actualidad) es, obviamente, absorbido por el crecimiento natural de la ciudad. Pero su trazado original es capaz de absorber la densidad creciente, es capaz de ser atravesado, se trata sólo de adaptar las normativas a la nueva densidad. Así, la calidad de vida no debe ser cuestionada por el hecho de mayor densidad, eso nos transformaría inmediatamente en nostálgicos defensores de causas perdidas; no capaces de accionar frente a la mutación urbana permanente. ¿O no es eso la ciudad?
Por el contrario, la figura resultante, promovida por la especulación y el marketing (cementerios parques, countries, shopping malls, etc.) aparece como un absurdo bordado extemporáneo en el borde entre pampa y ciudad. Deja de ser un nexo natural (el degradé donde la ciudad termina o donde el campo comienza) para convertirse en una suma de lagunas inaccesibles. Lejos, muy lejos del espíritu urbano de los pioneros quienes parecen haber entendido mejor la inmensidad del territorio.
Ricardo Sargiotti
Septiembre 2006 / Diciembre 2014
[1] No se habla aquí del suburbio, sino del núcleo urbano. Por otra parte, considerando la evolución de los últimos años, aquí no se considera un actor fundamental (que merece un capítulo aparte): el emprendedor inmobiliario.
[2] Ezequiel Martínez Estrada. Radiografía de la Pampa
[3] Sprawl: término usado para definir el “derrame” de las ciudades hacia los bordes, usualmente sujeto a las leyes de mercado y no a la planificación
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